miércoles, 13 de junio de 2012

LA FAMILIA ROMANA

Pertenecer a una familia suponía ser ciudadano de Roma y por lo tanto poseer derechos de ciudadanía, de tal modo que aquellos que fueran excluidos de sus derechos, perdían también el privilegio de formar una familia.


Pater familias

El poder se concentraba en la figura del pater familias. Él tiene toda la autoridad, siendo dueño de todos los bienes y personas de su propia familia. No se encuentra subordinado a nadie de su familia y conserva durante toda su vida el derecho de vida o muerte sobre sus hijos y esposa.

Nacimiento

El alumbramiento no se limitaba a ser un hecho biológico. Los recién nacidos no vienen al mundo, o mejor dicho no son aceptados en sociedad, sino en virtud de una decisión del jefe de familia.

En Roma no puede decirse que un ciudadano ha tenido un hijo. Lo toma o lo rechaza. Tras el parto, el pater decidía la acogida o el abandono del vástago. Podía alzarlo en brazos y legitimarlo, comprometiéndose así a educarlo o en caso contrario lo exponía en la puerta en espera de que alguien que lo quisiera lo recogiera.

Una vez acogido el bebé, se celebraban, durante los primeros ocho días, diversas ceremonias para que las divinidades protegiesen la nueva vida. Después se purificaba a la criatura con agua en presencia de familiares y amigos, se ofrecía un sacrificio y se le concedía un nombre (praenomen).


Adopción

La adopción era legítima y no estaba regulada. Un hombre podía encargarse de la educación y mantenimiento de niño sin necesidad de ser su padre biológico.

La frecuencia de las adopciones es otro claro ejemplo del escaso sentimiento natural de la familia romana. La adopción podía ser un medio para impedir la extinción de una estirpe así como de adquirir la cualidad de pater familias.


Educación

En la Roma de los primeros tiempos la educación de los niños se limitaba a la preparación que podían recibir de sus propios padres. Hasta los siete años era la madre la que se encargaba de cuidar y educar a sus hijos.

A partir de los siete años era el padre el que tomaba la responsabilidad de la educación de los hijos varones, enseñándoles a leer, a escribir, a usar las armas y cultivar la tierra. Hasta los diecisiete años que ingresaban en el Ejército.

Por su parte las niñas seguían al cargo de sus madres quienes las instruían en las labores domésticas.

Con la expansión de Roma y el inevitable contacto con la cultura helénica, la implantación del sistema educativo griego, superior al romano, no se hace esperar.

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